El arte es un índice de salud social. Es el medio que se tiene para humanizar a los bárbaros, que no son otros más que la clase media; y a los subhumanos, que es el proletariado. Ante el caos, lo único que te salva es el arte. El siglo XIX tiene como consigna educar al ojo, enraizar el gusto académico, afinar el oído a través de la bendición del arte.
Es en el siglo XIX cuando más se exaltan las características de un arte que no sólo es espiritual, sino que es toda una institución. Al juntar las características de la religión y sobreponerlas al arte, se habla de trascendencia, de lo ideal, de la pureza de la percepción, etcétera. El arte es la expresión más alta de los poderes espirituales: ¿No es esto un abuso de su uso?Desde 1837, podemos hablar de creadores que conciben al arte como rebelión, aquellos que emprenden una nueva cruzada para ver los errores de su tiempo. El arte es un índice de salud social. Es el medio que se tiene para humanizar a los bárbaros, que no son otros más que la clase media; y a los subhumanos, que es el proletariado. Ante el caos, lo único que te salva es el arte. El siglo XIX tiene como consigna educar al ojo, enraizar el gusto académico, afinar el oído a través de la bendición del arte.
Es en el siglo XIX cuando más se exaltan las características de un arte que no sólo es espiritual, sino que es toda una institución. Al juntar las características de la religión y sobreponerlas al arte, se habla de trascendencia, de lo ideal, de la pureza de la percepción, etcétera. El arte es la expresión más alta de los poderes espirituales: ¿No es esto un abuso de su uso?
Si a principios del siglo XIX el arte esperaba moralizar al mundo, pronto dio un giro y cambió de postura. Con el progreso industrial comienza un desencantamiento: los tonos democráticos, los criticismos de las ciencias y la tecnología. Se da una revolución llamada “inversión sistemática”, a partir de la ridiculización y exageración del papel que representaba tanto el arte, como sus artistas. Por ejemplo, Oscar Wilde y Bernard Shaw.
Comienza la cara contraria del arte, en la que el disentir se convertirá en lo rutinario, el sexo en retórica y la violencia en lo común. Una vez que se inicia la adicción no es reversible, de ahí la razón por la que el arte se ataca a sí mismo.
A comienzos del siglo XX el propósito del arte es destruir tanto al arte académico como al arte previo a sus propias vanguardias. La novedad de la destrucción se convierte en una función incesante del arte. El espectador sale ganando, ya que la novedad por la negación significa derrotar lo esperado, se va a lo no convencional, a lo interesante.
Lo que comienza con el ánimo de “patear a la burguesía” lleva a la subversión. Se cree que todo lo que hacen, piensan y sienten los más encumbrados de la sociedad, está mal. Entonces es virtualmente cierto que toda la sociedad está mal y que lo único que nos queda es el arte, el cual se vuelve un paradigma.
La obra de arte, más que nunca, se vuelve autónoma y es independiente del mundo en que vivimos. Ya no necesita de la naturaleza, ya no le dice nada a la naturaleza, a los objetos, a los sentimientos, ideas o expectativas que tenga el público. El arte es pura creación. Sólo el arte posee al Ser. No tiene nada que ver con lo que se reconoce como su contenido, y si se reconoce, es un factor meramente accidental.
Las sensaciones estéticas se liberan. Lo que altera los sentidos en el arte son ahora los símbolos. Y lo que hace que los símbolos cobren vida, no son ni los contenidos ni los propósitos, sino la “forma significante”.
Pero, al eliminar la naturaleza, los objetos, el propósito, el arte destruye su ancestral conexión con el amor y el orgullo humanos. Esto es abusar de la función del arte.
Como te puedes dar cuenta, lo más asombroso de las dos posturas, es decir, de aquellos que tienden a santificar el arte y de los que pretenden que sea revolucionario, es que ambos ven al mundo verdadero como algo desastroso. Ambos pretenden cambiarlo, redimirlo. Y lo que tenemos que señalar es que ambas posturas contribuyen a que la humanidad crezca. ¿Cómo? Aumentando la esperanza, reduciendo el temor y la incertidumbre y no al revés. ¿Qué justifica hacer esto? El hecho de que pareciera que hay quienes creen que ya la vida no puede dar esa seguridad, que perdió sus valores, sus virtudes, que la condición humana se volvió execrable, que todo es falsedad. Ante esto, la función del arte es proporcionar otro tipo de creencias que reconduzcan a resignificar el valor de la vida, a denunciar para mejorar. Y esto porque nadie sabe mejor que es lo que somos más que el propio arte.
Las dos caras del arte son nuestras dos caras. Somos seres dialécticos. El arte sólo es por y para el hombre: es producto de la naturaleza humana. Condensa todo lo que somos, de ahí su ambivalencia. Si se quiso trascender encontrando lo espiritual en el arte, era para buscar la redención. Si a partir del arte moderno, el análisis y la auto-conciencia se convirtieron en integrantes de la función del arte, eso es hacer del arte una forma de redención. Si a partir del arte contemporáneo, el abanico de estilos, escuelas, y corrientes se multiplicó, es necesario crear convergencias, recuperar equilibrios. Si quizás se llegó a los extremos, fue porque era necesario. Hay que encontrar el proceso de la lógica del arte, dejar que el caleidoscopio forme su propia figura.
Autoevaluación
Si se han terminado 500 años de arte occidental, ¡bienvenido! Las manifestaciones artísticas se agotan, quizás comencemos el tiempo donde los extremos se junten, y el único camino conocido para hacerlo es EL ARTE.
Coloca falso o verdadero según consideres frente a las siguientes afirmaciones